Dios da pan a quien no tiene hambre. Lo solía decir mi padre, y es verdad. A mi compadre, el Matías, le trajeron los reyes un iPad. Su nieto, un guasón. Ahora lo tengo ensanchando y estrechando la pantalla. Embelesado en el cacharro, el tío. Pero cuando aquél le dijo que lo asegurara porque había costado un riñón y parte del otro… ¡Lo que le fue a decir…!
Y es que el Matías es muy cacharrero. Y el nieto, sagaz el muchacho, regaló al abuelo un iPad. «Para que leas el periódico, veas la tele y te metas en esas páginas picaronas en las que entras de vez en cuando. Que lo sé yo…», le dijo guiñándole un ojo. Y desde entonces habremos visto al Matías por la taberna como dos o tres tardes. Hasta ayer, que vino muy sofocado. Y con un humor de mil demonios.
Total, que le dijimos que se sentara con nosotros en la mesa, dejó el cacharro que le regaló el nieto sobre aquélla -le ha comprado una funda que ahora parece el policía de la película. Sí, hombre, ese al que brean a tiros y acaba convertido en un robot-. Y empezó a soltar por esa boca que le ha dado Dios espumarajos y demás.
Nos costó calmarlo. Dos botellines, y como una seda. Entonces nos enteramos de lo que le ocurría.
-El crío, que me llamó la semana pasada y me dijo que intentara asegurar el cacharro este, que con lo que ha costado como para que le pase algo. Total, que voy a la tienda donde lo compró, y una tras otra. ¡Panda de…!
-A ver, ¿qué pasó? –tercié yo arrimándole el platillo de olivas, que sé que le gustan mucho.
-Lo primero, que o hago el seguro en el momento de comprarlo, o no hay nada que hacer. ¡Y menudo precio! Pero luego, me dice que sólo tiene un año de garantía, y que para cubrirme las espaldas que contrate otro más. ¡A cojón de pato! Y le dije al dependiente: “¡Eso lo quiero ver por escrito!”. Y aquí está…
El Matías sacó un papel con las tarifas y cláusulas del seguro en cuestión. Y me empecé a reír. No lo pude evitar. El Matías me empezó a mirar con esa cara que tan bien conozco, de «no hagas el tonto, que no tengo el bigote p’a rizos». Es lo bueno de llevar tiempo colaborando con mis amigos de Te Lo Garantizo, que ya conozco cosas sobre el percal. Y he de reconocer que se quedó bastante más tranquilo que cuando entró a la taberna.
-A ver, ¿tienes el ticket o la factura de compra?
-¡Pues claro, que me lo dio mi nieto!
-Si no han pasado más de siete días de la compra, aún lo puedes asegurar. Y si no, llama a este teléfono que te voy a dar y habla con ellos.
Le cambió el color de la cara, oigan. Y más conforme avanzaba la conversación.
-Y lo que te querían cobrar… Pues sí, se suben un poco a la parra. Habla con mis amigos de Te lo Garantizo. En tu caso puedes contratar un seguro por dos años y pagas bastante menos que esto –le dije señalando el papel extraído antes-. Vamos, que te vas a ahorrar unos buenos duros. Incluso, fíjate –insistí sin levantar la vista del papel-, aunque hubieras contratado ya la garantía, extendiéndola a un segundo año también te saldría más barato.
Mano de santo. El Matías me pidió el teléfono de mis amigos de Te Lo Garantizo y se marchó a una esquina de la taberna, más calmado, y estuvo hablando con ellos. Por las caras que ponía, creo que lo terminó asegurando con ellos. Porque sonreía. Y cuando el Matías sonríe, es que las cosas son de su gusto.
Como siempre, vuestro amigo Argimiro, el Garantizador.
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