Vas por la calle y te chocas con una chica que iba mirando su Smartphone. La reprendes. Subes al autobús y todo son conversaciones por el móvil, pitidos, música, gente que revisa el Whatsapp. Y te cabreas. Todos igual. Claro que, de pronto, suena el tuyo, y de inmediato metes la mano en el bolsillo para sacarlo. En definitiva, eres igual que todos. ¿O es que no te das cuenta?
Nomofobia lo llaman algunos, adicción otros, y finalmente, otros lo resumirían como 'la tontería del cacharro'. Y no les falta razón. Porque los Smartphones y Tablets se han convertido en apéndices de nuestra vida; sin ellos no la entendemos. Y basta realizar unas sencillas preguntas para comprobar nuestra dependencia de estos dispositivos:
· ¿Cuántas veces sacas tu móvil para saber a cuánto tocáis los que habéis quedado para comer o cenar, cuando esas operaciones antes las hacías con la cabeza?
· Antes llevabas una pequeña cámara para tomar fotos. Ahora no sales de viaje sin tu Smartphone, por razones obvias, pero si puedes y tienes cámara, las fotos las haces antes con el primero que con el segundo.
· Antes sólo sabían de ti los más allegados. Ahora, hasta el que vive en Laponia o en la Patagonia saben dónde pasaste el anterior fin de semana.
Y así, muchas más.
¿Qué queremos decir con esto? Que todos los avances tecnológicos son bienvenidos, y más si nos facilitan la vida. Pero como todo, su uso racional es más beneficioso que depender continuamente de él. Solo tienes que mirar a tu alrededor para darte cuenta de ello. ¿Quieres ser igual que todos?
Usa el móvil con racionalidad. Tu salud y tu mente te lo agradecerán.
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