Al fin. Lo has decidido. Vas a comprarte ese Smartphone que llevas tanto tiempo deseando. Te observa fijamente desde el escaparate de una tienda donde te espera con los brazos abiertos. Cuando os miráis parece que te dice: “hazme tuyo, hazme tuyo…”. Lo que desconocías es la pesadilla que se iba a abrir bajo tus pies…
Entras en la tienda todo decidido. Te vuelves antes de llegar al mostrador para verlo una vez más. Tan bonito y reluciente… Ansías tanto tocar su pantalla, navegar por sus menús… Un joven alto, de pelo moreno, gafas de pasta y polo corporativo te sonríe. Sabe que serás una venta segura por el brillo de tus ojos. Lo delatan. De allí no sales sin ese Smartphone. Casi le resbalan unas gotas por el colmillo derecho, ávido de cazar su primera presa del día.
Entras en la tienda todo decidido. Te vuelves antes de llegar al mostrador para verlo una vez más. Tan bonito y reluciente… Ansías tanto tocar su pantalla, navegar por sus menús… Un joven alto, de pelo moreno, gafas de pasta y polo corporativo te sonríe. Sabe que serás una venta segura por el brillo de tus ojos. Lo delatan. De allí no sales sin ese Smartphone. Casi le resbalan unas gotas por el colmillo derecho, ávido de cazar su primera presa del día.
─ Buenos días. Deseaba…
─ ¡Es un terminal apasionante!
Casi ni te ha dado tiempo de articular más palabras cuando lo tienes en tus manos. ¡Al fin! Lo revisas una y otra vez: por delante, por detrás, arriba, abajo… Desplazas suavemente las yemas de tus dedos por su pantalla. Sí, cuesta mucho; su adquisición te va a suponer un buen pellizco en tu exigua economía pero qué más da. Un capricho es un capricho. No hay vuelta atrás. En apenas tres minutos, lo que has tardado en examinarlo, te has convencido totalmente.
─ Me lo llevo…
─ ¡Perfecto! ─exclama solícito y contento el vendedor. De pronto, te mira de soslayo mientras rellena la ficha─. Por cierto, debería hacerle un seguro, por lo que pueda pasar…
─ ¡Perfecto! ─exclama solícito y contento el vendedor. De pronto, te mira de soslayo mientras rellena la ficha─. Por cierto, debería hacerle un seguro, por lo que pueda pasar…
¡Un seguro! No habías caído en ello. ¡Más dinero que sale de tu bolsillo! Sin embargo, no le falta razón. Nunca se sabe lo que le puede pasar al Smartphone, y además te ha costado un pastizal.
Cuando sales de la tienda lo haces con tu nuevo terminal, el seguro que cubre cualquier desgracia y tus bolsillos aligerados de dinero…
Hasta que ocurre la tan temida desgracia. Una caída tonta pero que parece haber afectado al terminal. Vas deprisa y corriendo a la tienda y encaras con rapidez al vendedor, al que cuentas tu problema escupiendo las palabras, una tras otra, esperando que solvente tu incidencia lo antes posible. Pero, para tu sorpresa, te dedica una mirada de indiferencia infinita mientras revisa someramente el Smartphone. Las siguientes palabras te dejan helado…
─ Ahora le indico cuánto le cuesta el arreglo…
─ ¡¿Cómo que cuánto me cuesta el arreglo?! ─estallas como el Vesubio─ ¿Para qué he contratado entonces un seguro?
─ Lo dice bien claro en el condicionado cuarto del contrato… ¡Ah!, ¿acaso no ha leído el contrato? ─espeta con suficiente el vendedor─ Pues debería haberlo hecho…
─ ¡¿Y qué dice ese condicionado, si puede saberse?!
─ El arreglo está sujeto a una franquicia, que es la que usted contrató con el seguro. Tanto el arreglo, tanto paga según la franquicia. Así como el coste del envío del terminal al centro de reparación… ¡Ah, y la tramitación del siniestro! Que también tiene su coste, no se crea… Estas últimas palabras las acompaña de una media sonrisa que a ti te revuelve las tripas. Y te quedas con unas ganas de soltarle dos buenas guantadas… Pero es lo que hay. Así lo firmaste y no tienes más remedio que apechugar.
Por eso nuestras pólizas no tienen costes ocultos. Para todo lo demás, Te lo Garantizo.
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